3 feb 2017

...la rabia

Llega el día en que estás con tus amigos, tu familia, o simplemente pensando en tus cosas tranquilamente. Estás feliz, contento, tranquilo en tu pequeño mundo.


Pero entonces, algo pasa: aparece algo o alguien que cambia tus planes o se interpone en tu vida, de manera que no puedes evitar que pase. Eso hace que algo en ti cambie radicalmente.
Un pequeño botoncito dentro de ti se pone rojo y hace que comiences a sentirte de otra manera.
Estás enfadado, disconforme, molesto, rabioso...

Eso que acaba de pasar te ha alterado y ha cambiado completamente tu estado de ánimo. Te sudan las manos, y la respiración comienza a ser arrítmica y agitada. Tu pecho sube y baja a una velocidad inimaginable por esa cosa que ha pasado de un segundo a otro. 

No puedes controlarlo. 
No puedes controlarte. 

Te entran ganas de montar un numerito a lo Taylor Swift: romper muebles, rajar cuadros, desgarrar ropa... Hasta de golpear un coche con un palo de golf. Quizá romper cosas hagan que te sientas mejor. Quizá todo eso sea tu manera ideal para tranquilizarte.


¿Y todo para qué?


Cierras los ojos y comienzas a relajarte. La respiración vuelve a su antiguo ritmo y tus músculos se han destensado. 

Poco a poco vas volviendo a tu ser y a pensar con claridad. A pesar de eso, sigues cabreado y con ganas de romper cosas, pero ahora te sientes con la fuerza suficiente para pensar las cosas desde otro punto de vista.

¿De verdad era necesario tomar esa postura? 

Probablemente si. Era tu forma de revelarte contra el mundo y de enseñarle tu disconformidad...




¿Y tú? ¿Cómo actúas ante un momento de rabia?