31 dic 2017

...el último día del año

Te despiertas.

Estás acostado en tu cama, con las sábanas de invierno tapándote hasta el cuello y hecho un ovillo con tu propio cuerpo. Las persianas de tu habitación están bajadas hasta tal punto que todavía parece de noche en tu habitación, pero sabes que es de día. El olor a comida de la cocina traspasa tu puerta y llega a tus fosas nasales de forma instantánea.


Comienzas a moverte lentamente a la par que emites sonidos de queja. Estás tan a gusto en la cama que desearías no levantarte nunca y permanecer envuelto entre las mantas de por vida. Pero sabes que no es posible. Hoy no es un día normal, no como cualquier otro. Hoy es el último día del año.


Te levantas de la cama y tras hacer unos pequeños estiramientos te diriges hacia la ventana. Alzas la persianas y compruebas que, efectivamente, ya hay luz solar en el exterior. 
De repente sientes un escalofrío. El suelo mojado de la calle evidencia que anoche al fin heló. Ya era hora. El calentamiento global está mostrando las primeras consecuencias de sus efectos.

Sales de la habitación abrazándote a ti mismo para darte calor. El frío de la calle te ha destemplado. Con el calorcito que hacía en tu cama...

Tus padres te saludan al entrar en la cocina. Ya están preparando la cena, a pesar de que queden más de doce horas para que llegue la gente. 
Tus hermanos están en el salón, viendo las noticias de la mañana. Están repasando las noticias más importantes del año. Mejora la economía, desciende el paro, nuevos ataques terroristas, la crisis catalana...

Pero a ti no te importa nada de eso. Ya estás lo suficientemente informado como para saber cuáles han sido las noticias del año. Hoy nada de informativos, nada de escuchar música en la radio. Tampoco nada de ver series ni películas por la televisión o el ordenador. Te mereces un día para ti.

Tras desayunar y vestirte, te despides de tu familia y sales de casa. No tienes un rumbo fijo. Solo vas a dar un paseo. No importa dónde. 

Al salir del portal, te encuentras con ese vecino que te regañó cuando montaste una fiesta en casa ese fin de semana que tus padres salieron. Pero hoy no te dice nada, te dedica una leve sonrisa y se despide con la mano. 

Sales y comienzas a caminar. No hay nadie en la calle. Ni una sola persona que saque a su perro a pasear o que de una vuelta con sus amigos. Pero no le das mucha importancia. Actualmente, la gente prefiere quedarse en su casa conectados a las redes sociales que interactuar con personas reales. 

Llegas al parque de tu barrio y tras adentrarte un poco, te sientas en un banco. Tampoco hay nadie en el parque. Ni siquiera el grupo de tu clase que se junta todos los días para jugar un partido de baloncesto.

Como antes dijiste, hoy nada de redes sociales, nada de televisión, ordenador o cualquier aparato electrónico que pueda desconectarte del mundo. Solo tú.

En unas horas estarás reunido con tu familia y volverán a repetirse las mismas preguntas de todos los años. ¿Qué tal? ¿Cómo van los estudios? ¿Ya tienes pareja?
Preguntas a las que ya respondiste en Nochebuena, pero que debes volver a responder por si acaso en una semana ha cambiado tu vida de forma mágica. 

Pero dejas de lado los pensamientos sobre tu familia. Recuerda, solo tú.

Antes de comenzar a plantearte sobre los propósitos de año nuevo, debes reflexionar sobre los que hiciste el 1 de enero. ¿Los has cumplido? 
No, definitivamente no.

Hacer la dieta se convirtió en segundo plano cuando viste los nuevos restaurantes que han puesto en tu barrio. Ir al gym quedó descartado en cuanto viste la primera tasa a pagar. Lo de mejorar en las notas se verá en junio. Y eso de ser mejor persona... Sigues trabajando en ello. O eso crees. 

Ya se ha echo tarde. Deberías volver a casa y echar una mano a tus padres con la comida. Sorprendentemente, cuando llegas ya está todo listo, solo falta que te sientes en la mesa.

La tarde se pasa bastante rápido y cuando quieres darte cuenta tienes que empezar a prepararte. Darte una ducha, vestirte, peinarte y terminar de arreglarte.
Entonces suena el timbre, justo a tiempo. Tus primos pequeños y tus tíos ya están aquí.

Besos, abrazos, "que mayor estás" y a la mesa. Todo listo para comenzar a cenar.

Entonces llega el momento. 23.55h.
Todos os levantáis corriendo a por las uvas y os ponéis delante de la televisión como si estuviesen retransmitiendo la final del Mundial del 2010. Tus tíos tienen que llamar la atención a los pequeños para que estén callados durante un par de minutos.

Y entonces comienzan los cuartos. Dos, tres, cuatro. AHORA.

Con los dos ojos mirando a la pantalla para no perderte ningún detalle comienzas a meterte uvas en la boca y a masticarlas lo más rápido que puedes sin ahogarte.

Diez, once, doce... "¡Feliz año"!, exclaman todos. Mientras terminas de masticar a duras penas, comienzas a dar besos a todos y a desearles feliz año con una leve sonrisa.

Descorchan el champán. Ha llegado el momento. Ahora tienes que pensar en los propósitos que quieres cumplir para ese año. Pero entonces te asaltan las dudas de si los cumplirás. Quieres hacerlo, pero no te ves capaz. Quizá con un poco de ayuda puedas conseguirlo. Debes ser positivo. El año acaba de empezar.

Levantáis las copas y entonces lo tienes claro. Este va a ser tu año. Vas a conseguir cumplir todos esos propósitos. Esta vez la vaguería no se entrometerá. Y si es necesario te pondrás a trabajar para irte de vacaciones con tus amigos o para apuntarte al gimnasio. Pero lo conseguirás. Solo es cuestión de esfuerzo y constancia.

-¡Feliz año!- desean todos chocando las copas entre sí.

¡Feliz año!, deseo yo!